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INCADER- Investigaciones de Cultura, Historia y Derecho de los Pueblos y Países Andinos.

LA CULTURA ANTICORRUPCION

LA  CULTURA  ANTICORRUPCION

El problema de la corrupción escapa ya a los márgenes tradicionales.  En un sentido restringido, comúnmente se identifica al término CORRUPCION con el aprovechamiento de una función pública para obtener un beneficio o ventaja ilícita, mediante la posición de fuerza que ofrece el desempeño de un cargo frente a los particulares; sin embargo, la corrupción hoy imperante en el mundo, ha rebasado el marco de la función pública, pues como ya hemos dicho en un artículo precedente, existe toda una CULTURA de la corrupción, que al parecer se vive y se practica como estrategia y táctica de vida, de determinadas personas, en todas las esferas y estratos sociales.

En otras palabras, la corrupción, es una forma de vivir en sociedad, contraria al orden democrático, que corroe las bases mismas de nuestra sistema;  al ser práctica común o conducta cotidiana, de personas que consideran que “con la plata o con las influencias se compra todo”,  incluso conciencias y voluntades, para: ganar licitaciones, gestiones de obras, contratos ventajosos, concursos públicos, puestos públicos, juicios, evadir una multa de tránsito o realizar un trámite rápido. 

Es aquí, donde se ubica  el delito de CORRUPCION cometido por particulares, conducta delictiva que todavía no ha sido encarada con la energía que merece; puesto que la corrupción finalmente es un delito en el que intervienen dos partes, siendo que muchas veces los particulares incluso llegan a tener el dominio del hecho delictivo. Por ello, la salud de la administración pública requiere que urgentemente  se sancione legal y moralmente,  con suficiente energía, no solamente al funcionario corrupto sino al particular que muchas veces actúa como agente activo corruptor.

  
EN PRO DE UNA CULTURA ANTI-CORRUPCION
 
Empero, aparte de las necesarias previsiones y sanciones legales; la única manera, de encarar en forma definitiva, a futuro, el problema de la corrupción, sería: asumiendo la necesidad de una CULTURA ANTI-CORRUPCION (o contra-cultura anti-corrupcíón). Tal cometido, imprescindible para afrontar una problemática tan delicada, significaría  llevar el problema a su real terreno y dimensión: el de cultivar valores y principios, que se traduzcan en usos y prácticas no corruptas e incluso anti-corruptas, que deben regir en forma libre y responsable las relaciones sociales.   Lograr una cultura anti-corrupción, como esa,  implicaría implementar para las nuevas generaciones un marco educativo y formativo adecuado, que vincule la escuela y el hogar,  la calle, los medios de comunicación y la sociedad en torno a un proyecto educativo de vida, estructurado en función a los valores e instituciones del Estado Democrático Social de Derecho consagrado en nuestra Constitución Política;  proyecto vigente de sociedad, con cuyos principios y garantías fundamentales  colisiona directamente todo acto corrupto. 
Por otra parte, para las generaciones actuales, el asumir una cultura anticorrupción implicaría tal vez  una conversión a una causa justa o  reingeniería ética; que en algunos casos personales, podría parecer muy semejante a  la conversión  de SAULO de TARSO al cristianismo (citada en la Biblia),  o a la documentada y fidedigna conversión de Bartolomé de las Casas, de explotador a defensor de los indígenas.
 
Esto, puede parecer anecdótico, cursi  y hasta satírico, pero no lo es:  pues así de grave se evidencia el problema de la corrupción en una sociedad como la nuestra, donde de la noche a la mañana se descubre que personajes encumbrados de la función pública son corruptos descarados, que encima se indignan y enfurecen al ser identificados  y  cuyos áulicos claman por su derecho al secreto de "sus comunicaciones".
 
Autor: Mario H. Ortiz Nishihara      
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