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INCADER- Investigaciones de Cultura, Historia y Derecho de los Pueblos y Países Andinos.

UNA APROXIMACION JURIDICA A LO QUE FUE EL TAHUANTINSUYO.

UNA  APROXIMACION   JURIDICA  A  LO  QUE  FUE  EL TAHUANTINSUYO.

                     

 Autor:   Mario Humberto Ortiz Nishihara.



I.         INTRODUCCION

  

En el transcurso de los siglos XIV al XVI, los quechuas- incas, lograron constituir en la parte del mundo que hoy conocemos como América del Sur, una macro formación político-social, que en sus aspectos más esenciales, solo se puede comparar con los grandes imperios de la historia universal.

 

En torno a las características socio-económicas de aquella sociedad, aún se sigue discutiendo,  hoy en día, con bastante apasionamiento.  Los intentos para definirlo en tales términos, oscilan,  entre aquellos que lo encuentran esclavista, hasta los que lo llaman comunista, pasando por una serie de clasificaciones intermedias.  Waldemar Espinoza Soriano,[1]  en una clásica compilación nacional, consigna por lo menos siete caracterizaciones, diferentes y controversiales, de la sociedad inca, desde lo económico.

 

Si bien, ha sido y es difícil, encontrar homogeneidad en los investigadores, respecto al modo o sistema de producción que predominó en la sociedad inca; consideramos, que desde lo político y jurídico si es posible hallar mayores coincidencias generales, en torno a lo que fue el Tahuantinsuyo.

 

Primeramente, pocos dudan en identificar a la sociedad Inca que encontraron los españoles, como la expresión más reciente y centralizadora, de una antigua cultura matriz desarrollada en los Andes; a la cual, historiadores insospechables de parcialidad alguna, que han estudiado a las diversas culturas producidas por el genio humano, como Arnold Toynbee, no vacilaron en llamar como: CIVILIZACION ANDINA[2] 

 

De acuerdo con Toynbee, la sociedad o civilización andina, había alcanzado ya la  condición de Estado-universal, en el Imperio Inca, cuando fue destruido por los españoles. [3]

 

Del mismo modo, pensadores peruanos, como Víctor Andrés Belaúnde o Luís E. Valcárcel, coincidieron desde distintas ópticas, en afirmar que el Tahuantinsuyo fue en efecto un estado imperial peculiar. Para el primero de los nombrados, el Imperio Inca es una creación de élites nativas geniales, que fundaron la unidad política y la eficiencia administrativa y económica en los Andes, a pesar de las dificultades geográficas y las diversidades étnicas[4]. Aunque subraya, que el impulso integrador Inca no llegó a configurar de ningún modo una nación; el legado de la unidad política relativa alcanzada bajo la dignidad imperial Inca, constituye para Belaúnde, uno de los componentes históricos de nuestra peruanidad, pero no el único ni el definitivo por supuesto.

 

Valcárcel por su parte, remarca que el Estado Inca reunió en sí todas las características propias de los Estados Imperiales (reseñadas por Toynbee): existencia de comunicaciones, guarniciones, colonias, provincias, ciudad, capital, lengua oficial, sistema legal, calendario, ejército, servicios públicos, etc. [5]   Para este notable indigenista peruano, el incario no es sino el sumun, la creación cultural máxima del mundo antiguo peruano, hecha posible debido a que los incas recogen y asumen -lo mejor-  de los florecimientos culturales y regionales que les antecedieron o les fueron contemporáneos.

 

También Basadre, en su obra Historia del Derecho Peruano, señala que el Tahuantinsuyo estuvo a la altura de los grandes Estados imperiales del mundo histórico-asiático, aunque no fue en modo alguno tan sangriento o despótico como aquéllos y no vivió despreocupado del pueblo y su bienestar.[6]

 

Trabajos como los de María Rostorowski[7] (1983:105), seguían asignándole al Tahuantinsuyo la consideración de Imperio; y aún cuando esta investigadora pareció revisar luego dicha acepción por razones de relativismo cultural; no niega sin embargo, la calidad de Estado, alcanzada por la sociedad inca.[8]

 

 

 

 

II. EL ESTADO: ¿FRUTO EXCLUSIVO DE OCCIDENTE? 

 

En el fondo del debate sobre lo que fue el Tahuantinsuyo, subyace la vieja disputa, entre los que pretenden que la civilización y el orden fueron fruto exclusivo de Occidente y aquellos que defienden la elemental igualdad de las diversas razas y culturas humanas, como múltiples constructoras de sociedades y civilizaciones, cada cual dotada de similar soberanía y derecho a subsistir.

 

La antigua polémica entre la civilización y la barbarie, parece renacer,  cada vez que se toca el tema del carácter que tuvieron las formaciones político-sociales más complejas que crearon los pueblos no occidentales. Esto se nota con particular intensidad, en lo que respecta a las grandes culturas pre-colombinas americanas. Respecto a ellas, incluso el marxismo mecanicista se creyó con derecho a emitir caracterizaciones pretendidamente científicas, a partir de una visión lineal y dogmática- evolucionista, de la historia; producto de lo cual, la sociedad inca, resultaba siendo calificada como bárbara ó esclavista, e incluso como socialista. Frente a ello, es necesario, superar los estrechos márgenes de los esquemas unidireccionales del desarrollo histórico y entender las diferencias y singularidades de cada pueblo y formación social; sobre la base de ciertos universales de la conducta humana.  El relativismo cultural y el humanismo, nos enseñan a respetar y buscar entender las particularidades culturales, étnicas e históricas de cada grupo humano; pero en función a una concepción final igualitaria de todos los hombres. Los límites del relativismo son claros: no negar ni soslayar las evidentes constantes que se dan en todas las culturas y pueblos, y que indican que hay ciertas preocupaciones, respuestas e instituciones -comunes- al hombre de todas las latitudes y todas las épocas.  Esto ha sido recalcado por historiadores y antropólogos.[9]

 

Nosotros, en el presente trabajo, asumimos las opiniones que otorgan la categoría de ESTADO IMPERIAL, a la gran sociedad andina conocida como TAHUANTINSUYO.  Precisaremos a continuación esto.

 

 

 III    UNA APROXIMACION JURÍDICA AL TAHUANTINSUYO. 

  

  

3.1 Noción de Estado.

 

Al hablar de Estado, los historiadores comúnmente no definen lo que quieren decir con ello. Parece que aluden a la aparición de sociedades urbanas ampliamente  estratificadas, con alguna forma de poder institucionalizado diferente a la democracia militar o de los ancianos, propias de las tribus o comunidades aldeanas. Tal criterio difiere al que manejan los juristas; por eso, es justo precisar que para fines  del presente trabajo utilizamos aquí una noción  jurídica general del Estado; concibiéndolo, como: una forma de sociedad que reúne  básicamente tres elementos, vinculados mediante un orden normativo o jurídico: territorio, población y poder institucionalizado y soberano.   Esto significa un orden jurídico y político centralizado, que tiene  en sí mismo la fuente de su mando autónomo, y que establece  las relaciones entre los que detentan el poder y los gobernados.  El Estado, es  pues,  una sociedad política compleja, dotada de una élite  gobernante que ejerce el poder, de una burocracia especializada y de un sistema administrativo y normativo de control social eficaz sobre un pueblo y un territorio,  que es el que da unidad al  sistema.

 

Obviamente, que la aproximación conceptual de Estado que aquí planteamos, es una noción general, que parte  de establecer las características generales y comunes  a todos los estados, desde la antigüedad hasta nuestros días y que recoge los aportes de lo que MIRO QUESADA llama las concepciones sociológicas del Estado, trazadas por pensadores como: Weber y Marx, para quienes el Estado es una estructura de  dominación, o una conjunción de pueblo, territorio y poder como señalaron  Jellineck y Heller[10]; sin dejar de lado la percepción de Kelsen en lo que concierne a la importancia de la existencia de un orden normativo coactivo como sustento de dicha estructura;  y sin pasar por alto la visión de la Ciencia Política, para la cual el Estado: es el poder político jurídicamente institucionalizado[11]; entendiendo por lo jurídico, una acepción genérica, que alude a un conjunto de normas eficaces para el control social y la convivencia, es decir que se cumplen, al estar respaldadas por la coacción institucionalizada, establecida por los gobernantes que ejercen el poder.

 

 

 

  

3.2 Orígenes  del  Tahuantinsuyo.

 

En cuanto a su origen histórico,  el fenómeno llamado TAHUANTINSUYO, es fruto de una encrucijada de variables sociales, económicas, políticas y culturales; que permitieron, que entre los siglos XIV y XV, uno de los grupos quechuas del sur-andino, desarrollara un proceso victorioso de expansión política y cultural, hasta llegar a convertirse en uno de los Imperios más originales de la historia del hombre.

 

La cronología del surgimiento y desarrollo inca no está aún suficientemente dilucidada. Los cronistas ofrecen versiones contradictorias, acerca del tiempo que venía durando el Tahuantinsuyo, desde sus inicios hasta la llegada de los españoles. Empero, las opiniones más comunes en nuestros días, coinciden en dos cosas:

 

A)   El Estado Imperial Inca se forma recién entre los siglos XV al XVI; esto quiere decir, con arreglo a la cronología propuesta por J.H. Rowe, que la dominación inca tenía no más de cien años a la llegada de Pizarro.[12]

 

B)   Que siendo relativamente joven y reciente; el Estado Inca había heredado una experiencia cultural y política de muchos siglos; pues antes que los Incas, ya se habían dado en el área andina, sociedades estratificadas, e incluso grandes Estados como aquellos que señala John Murra:  Wari, Tiawanaku, Chimu[13] y otros. Esto coincide con lo sugerido por Luis E. Valcárcel: El Tahuantinsuyo no es sino la máxima creación del mundo antiguo peruano que mantenía una unidad cultural hasta la irrupción del dominio hispano[14]. El Estado universalista inca, nació y se consolidó, aprovechando las creaciones e instituciones de las sociedades andinas que le precedieron.

         

             

Los datos más remotos  del poder inca se pierden  en un pasado legendario. Al igual que otros pueblos conquistadores de la historia, como los romanos y los aztecas, entre los incas se advierte también la existencia de un mito de peregrinaje inicial, de la búsqueda de una tierra prometida. Eso se aprecia, en  los relatos orales sobre el origen de los Incas, recogidos por los cronistas, conocidos popularmente como: las leyendas de Manco Capac y de los Hermanos Ayar. Al respecto, los estudios históricos y arqueológicos confirman: que los incas fueron un pueblo invasor en el valle del Cusco, que se estableció en esa región aproximadamente en el siglo XII,[15] bajo el comando de caudillos militares o sinchis, que con el tiempo serían personajes míticos. Este grupo étnico se constituiría posteriormente como confederación  regional[16]  y alrededor  de los comienzos del siglo XV iniciaría un proceso ininterrumpido de expansión, fuera de sus dominios locales, utilizando para ello  no solamente la guerra o conquista militar, sino alianzas y compromisos mutuos entre el Inca y los señores étnicos circundantes. Esto conduciría a otra etapa en el desarrollo político - jurídico de esta sociedad,  en el cual, la sociedad inca pasa de confederación curacal a Estado.[17]   Ello, como ya se dijo, se consolida bajo el gobierno del gran caudillo quechua: PACHAQUTIQ.

 

 

3.3 El Estado Inca.

 

 Bajo el mando del inca Pachaqutiq, la sociedad inca, adquiere definidamente el perfil de Estado, delineado en un acápite precedente, pues bajo su égida el TAHUANTINSUYO, llega a reunir en sí, claramente, las características señaladas, para ser considerado como ESTADO: un territorio centralizado, una población oriunda (inca-quechua) que  lo sustenta y se identifica con él,  un poder institucionalizado y autónomo ejercido por la élite encabezada por el SAPAN INCA, que ejercía el control  social mediante un sistema administrativo y represivo eficaz.   

 

Con relación a este asunto, recientemente, ROSTOROWSKI[18], subraya que  la unidad territorial del Tahuantinsuyo lograda por el gran caudillo quechua PACHAQUTIQ, se explica por tres medidas de su gobierno: la implementación de un desarrollado sistema vial, la imposición del quechua de Chinchaysuyu o Runasimi como lengua oficial y el establecimiento de una compleja organización administrativa que ejecutaba las órdenes dictadas por el poder central. “Estas tres disposiciones permitieron alcanzar la unidad geográfica, lingüística y estatal” [19], enfatiza la gran historiadora peruana.  En ello, coincide también PEASE[20], quien señala:  “Con Pachacuti y con la definitiva  constitución del estado cusqueño, aparece una élite expansiva, que  asume la organización -fundamentalmente la administración- del creciente ámbito dominado por el Cusco.”

  

Por  ende,  a partir de las publicaciones históricas recientes, en consonancia con los autores clásicos del tema, se está en condiciones de señalar  que el Estado inca, entendido según la definición delineada párrafos atrás, se perfila a partir del siglo XV como una macro formación política dominante, sobre otras sojuzgadas, dotada de un fundamento teocrático justificatorio del poder sobre un territorio y población, en creciente expansión. La aparición de este tipo de Estado inca,  necesariamente debió coincidir, con el desarrollo de un orden normativo institucionalizado inca,  al que podemos asumir como sistema jurídico o derecho no escrito, que se impone a los demás  y concuerda, con la divinización del Inca, como fundamento de la legitimidad del poder y con el encumbramiento en el mando, de las panacas  o clanes familiares hegemónicos del Tahuantinsuyo. Ello va acompañado de toda una readecuación de las estructuras políticas y económicas andinas, partiendo de la redefinición del papel de los curacas con relación al Estado inca; de los ayllus o comunidades, cuyo papel e injerencia en tal Estado no han sido todavía suficientemente ponderados por los estudios históricos y con la reorientación de los sistemas de reciprocidad e intercambio de productos en los andes,  de los cuales se hacen señores y supremos vigilantes, los Incas.

 

 

3.4    El Imperio. 

Sea por la fuerza (la guerra), por las alianzas inducidas por la presión militar, o por la ascendencia divina del soberano gobernante, los incas llegan a configurar una forma histórica de Estado, que se conoce como IMPERIO. Esto significa: una macro formación político-social, surgida en torno a un centro hegemónico de poder centralizado, que ejercía la D0MINACION, o mando político,  sobre otros estados y sociedades subordinadas al estado hegemónico. Esta capacidad de gobernar o mandar sobre otras colectividades y etnias, imponiéndoles una relación de dominio, es lo que se conoce como  imperium

¿Cuáles fueron los móviles del proceso de crecimiento, de esencia imperialista, desarrollado con bastante fortuna por los Incas? Si bien, PEASE con mucha modestia apuntó que es difícil explicar o hallar las razones de la expansión inca[21]; este mismo autor, en concordancia con diversos estudios históricos del último cuarto del siglo XX, resalta dos elementos importantes que los incas buscaban a través de su permanente expansión: el control de mano de obra (energía humana) y bienes de consumo para ser acumulados y redistribuidos a la población. [22]  Tal capacidad,  significaba ser dueño del poder en los términos andinos. En tal sentido, coincidimos con las tendencias históricas, que sugieren  que los Incas buscaban expandirse y dominar cada vez más poblaciones, con la  finalidad de aprovechar sus recursos humanos y naturales, para acrecentar su prestigio  y poder.[23]  El poder o la búsqueda del poder, es como anotara  LOWENSTEIN uno de los incentivos fundamentales que dominan la vida del hombre en la sociedad[24],  por ello: “cada vez con más unanimidad  se considera el poder como la infraestructura dinámica de las instituciones sociopolíticas.”[25] Y entre los Incas, como en cualquier otra élite, se puede afirmar que había una intención de acumular poder político y económico, autoridad y riqueza, entendidas éstas, en los términos culturales andinos: se perseguía obtener una mayor cantidad de bienes de consumo, de productos para ser almacenados y redistribuidos; no olvidemos, que la redistribución de bienes, propiciando su intercambio entre la población, en una sociedad donde no existía la moneda, era la base del estado y de la economía en los andes pre-colombinos. Por eso, en las sociedades andinas se consideraba rico y poderoso a un señor: cuanto mayor número de depósitos repletos poseía[26] o según la cantidad de poblaciones que le brindaban su mano de obra, su fuerza de trabajo transformada en tributo.

 

Creemos, además, que con el tiempo se configuró otro factor impulsor del expansionismo inca. Tal fue un factor ideológico que se concretó  en una mentalidad pan-incaista: la elite se asumió a si misma como predestinada a mandar, a gobernar, a todos los pueblos conocidos sin excepción.  Una mentalidad así, simplemente es una consecuencia natural de una serie de circunstancias históricas que le hacen suponer a una elite que es invencible. Una mentalidad así, no tarda en aparecer en todos los pueblos que  resultan dominadores o sojuzgadores de otros.

 

En cuanto a las fuentes materiales del  PODER  INCA, en los hechos, éstas fueron: la violencia, la coerción diplomática ejercida por esa violencia o por la imagen divinizada del Inca y las alianzas asimétricas entre el Cusco y los señoríos que pacíficamente se reducían. Todas las expediciones militares incas empleaban estos medios para cumplir sus fines de dominación. Las crónicas, proporcionan abundantes descripciones de lo que fueron las campañas imperiales incas, pero es urgente interpretar dichas fuentes con cautela, discerniendo lo que pudo ser realidad, de las interpretaciones sesgadas por la cultura propia de los cronistas.  Es un hecho, que la violencia, la guerra, fue  el medio básico principal del predominio de las diversas sociedades imperialistas de la historia, y los incas no pueden ser la excepción; pero, coincidimos con quienes piensan que esa violencia, esa fuerza, pudo tener entre los incas otros referentes culturales, rituales, explicativos, míticos. En suma, la violencia inca pudo asumir otros estilos y límites, diferentes a los de Occidente;[27]  pero hace falta mayores investigaciones al respecto. 

 

 

COLOFON

 

De acuerdo con la concepción que compartimos, el Tahuantinsuyo llegó a ser pues, en líneas generales, una sociedad imperialista, un IMPERIO pre-colombino; entendido como una formación político-social, multinacional y pluriétnica; compuesta por un centro hegemónico de poder que tenía potestades de mando (imperium) sobre regiones, señoríos y pueblos periféricos, integrados o conquistados. Los signos de la relación imperial son indudablemente el tributo y las mitas que las poblaciones incorporadas o sometidas debían aportar periódicamente al Tahuantinsuyo; igualmente la supeditación política, jurídica y administrativa de los estados y entidades curacales a la autoridad del Inca y su burocracia; la compleja organización social y laboral que imponían los señores del Cusco a los pueblos incorporados a su estado; la presencia no solo de  guarniciones militares sino de colonias y centros urbanos de distinto tamaño, como Vilcashuamán en Ayacucho, Huanuco pampa en Huanuco, Tambo Colorado en Ica, Ingahuasi en Cañete, Pachacamac en Lima,  Cajamarca,  Pucará en Puno, Tumipampa e Ingapirca en Ecuador, Pucara de Tilcara en Argentina, etc; creados por los incas para fines de gobierno y administración de las regiones dominadas; así como la sujeción directa de una parte de las tierras de los pueblos controlados, al INCA y al culto religioso oficial.   Es cierto, que esta formación estatal imperial no era monolítica, como lo hace notar PEASE[28], pero a ello, cabe replicar dos cosas: la primera: que casi ninguna sociedad imperial lo fue  en la historia; y  la segunda: que el desarrollo, de este riquísimo super-estado, que llenó de oro y plata las arcas de los conquistadores y monarcas españoles, fue truncado por una invasión externa, pues de no ser así, hubiera alcanzado niveles mayores de consolidación, que los que hoy le reconocemos y admiramos; por eso dicha constatación, no puede mellar en nada, el hecho de que los quechuas-incas, configuraron un gran estado universalista, orientado a incorporar y a organizar en su seno a todos los pueblos entonces conocidos, por ellos.

 

 

No se puede ignorar, por otra parte, que dicha sociedad inca,  tenía notables singularidades culturales e ideológicas. Señalemos, por ejemplo, al modo económico-productivo que regía aquél entonces,  que estaba sustentado en el sistema de reciprocidad-redistribución vigente entre el Estado y los ayllus; lo cual ha llevado a investigadores como ESPINOZA SORIANO, a proponer  que el Tahuantinsuyo fue un Imperio basado principalmente en un modo de producción comunal tributario[29], planteamiento a nuestro juicio sumamente avanzado, que busca explicar las notorias particularidades de la sociedad inca sin negar  las tendencias culturales universales y comunes al hombre; recordemos igualmente la inexistencia de la propiedad privada; subrayemos la llamada generosidad institucionalizada o más bien podríamos decir obligada, del Inca y los señores andinos[30]; que tenía que ver con la acumulación de los bienes en los grandes depósitos a ser redistribuidos en la población;  la cosmovisión panteísta y armónica de la vida y el universo, etc.     Pero,  ninguna,  de estas características particulares del incario y en general de la cultura andina, nos pueden impedir ver la definida esencia imperial del Tahuantinsuyo.  Todo meritorio relativismo concluye allí donde empiezan los intereses de encontrar la sustancial homogeneidad humana; y hay suficientes datos en la Historia Universal, que nos indican, que los fenómenos imperialistas son comunes a todas las razas, sociedades y culturas, en determinados momentos de su vida particular,[31] y no son, en modo alguno,  patrimonio exclusivo de una sola cultura específica.

 

 

 

AUTOR:   MARIO H. ORTIZ NISHIHARA.

             

 

 

NOTAS.



[1]   ESPINOZA  SORIANO, Waldemar: LOS MODOS DE PRODUCCION EN EL IMPERIO DE  LOS INCAS (Antología), Ed. MANTARO, Lima, 1978.

 

[2]  TOYNBEE, ARNOLD: ESTUDIO DE LA  HISTORIA,  Compendio, Alianza Editorial, tomos I-IV, Madrid, 1971, pp. 65-68.

 

[3]   TONYBEE, Arnold,  op.cit. 1971:  p.p. 65.

 

[4] BELAÚNDE, Víctor A. PERUANIDAD (Selección), INSTITUTO RIVA AGÜERO-PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU, Lima,  1968, pp. 20-21.

 

[5]  VALCÁRCEL, Luis E.. HISTORIA DEL PERU ANTIGUO,  Ed. Mejía Baca, Lima, 1985, Tomo I,  p.p. 38.

 

[6]  BASADRE, Jorge: HISTORIA DEL DERECHO PERUANO, Edigraf, Lima,  1984, p.205-206

 

[7]  ROSTOROWSKI. María: ESTRUCTURAS ANDINAS  DEL PODER: IDEOLOGIA, RELIGION y POLITICA, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1983, pp. 105.

 

[8]  ROSTOROWSKI, María: HISTORIA DEL TAHUANTINSUYO, Instituto de Estudios Peruanos- IEP, Lima,  1988, p.17-21.

 

[9]  FREEMAN E.A. citado por TOYNBEE, Arnold: op.cit. p.68-76. En esta parte Toynbee cita a antropólogos como el mencionado, quien dice: “Existen pocas dudas de que muchas de las invenciones más esenciales de la vida civilizada se han inventado una vez y otra en tiempos y lugares distantes, cuando diferentes naciones han alcanzado aquellos puntos particulares de avance social en que se necesitaron primeramente aquellas invenciones”

 

[10]  MIRO QUESADA RADA, Francisco: CIENCIA POLITICA, Lima, 1985, pp. 102-103.

 

[11]  MIRO QUESADA RADA, Francisco: ibid.

 

[12]  CANTU Francesca, citando a ROWE J. y KIRCHOFF P. en PROLOGO A LA CRONICA DEL PERU de Pedro Cieza de León, II PARTE,  Fondo Editorial PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU, Lima, 1985, pp. LXVII.

 

[13]  CANTU Francesca, citando a MURRA,  ibid, pp. LXVIII.

 

[14]   VALCARCEL, Luis E.:  op. cit. pp. 93 y 100

[15] ROSTOROWSKI, María: ROSTOROWSKI, María: INCAS- Enciclopedia  Historia del Perú - Tomo II,  Empresa editora El Comercio, Lima, febrero 2005, pp. 31.

 

[16]  PEASE, Franklin: CONCEPTO DE DERECHO ENTRE LOS INCAS, tesis de bachiller, PUCP, 1965, pp.9.

[17]  PEASE, Franklin: op.cit. pp. 12-14.

[18]  ROSTOROWSKI, María: op. cit. 2005, pp. 58.

 

[19]  ROSTOROWSKI, María:  2005 ibid.

 

[20]  PEASE, Franklin: LOS INCAS, en HISTORIA DEL PERU – PERU ANTIGUO, tomo II, Edit. Juan Mejía Baca, Lima,  1982, pp.247.

[21]  PEASE, Franklin: LOS INCAS, ibid,  1982, pp. 272.

[22] PEASE, Franklin, ibid, pp.268-269 y 283: “En las diferentes escalas del sistema, el poder, fuera el local (curaca) o  el estatal del Inka, obtendría en este sistema una contribución en energía que hacía posible acumular un conjunto de recursos de alto valor para una redistribución andina (maíz, mullu, coca, ropa, etc.)…Los señores étnicos, y el Inka requerían de ellos para la distribución ritual, ya que la generosidad institucionalizada del poder era, también los Andes, una fórmula de control de la población. Al desarrollarse el Tawantinsuyo y crecer las unidades étnicas (los territorios) a él sometidos, debieron ampliarse también estas relaciones redistributivas…El Tawantinsuyo fue el último de una larga serie de núcleos de poder andinos, que lograron una amplia base de dominio: Wari, Tiawanaku, Chimor, para no hacer listas más largas. El estado incaico utilizó las infraestructuras que los otros dejaron a su mano, incrementó también los recursos producidos por las unidades que incorporaba a su dominio andino. Hizo de todo ello un gigantesco sistema redistributivo… El poder del estado aparece como asentado en su capacidad redistribuidora, que le permitía manejar crecientes cantidades de mano de obra, progresivamente especializada…”

[23] CANTU, Francesca, op.cit, pp. XLII.

[24] LOEWENSTEIN,  Karl: Teoría de la Constitución, Editorial ARIEL, Barcelona,  1976, pp.23-24.

[25] LOEWENSTEIN, Karl: idem.

[26] ROSTOROWSKI, María: UNA HIPOTESIS SOBRE EL SURGIMIENTO DEL ESTADO INCA, III Congreso Peruano del Hombre y la Cultura Andina, I, 1978, pp. 97-98.

[27] VELAOCHAGA, Carlos: ha sugerido que los incas eran un pueblo de naturaleza esencialmente pacífica, cuyo dominio era de carácter religioso, semejante al del Dalai Lama en el Tibet. Ver, por ejemplo: EMPERADOR INCA, en el diario EXPRESO, editorial, 9 de septiembre de 1992.

[28] PEASE, Franklin: LOS INCAS, op.cit., pp. 270-271

[29]  Sobre esto, en : ARROYO, Carlos (Entrevistador): ENCUENTROS- HISTORIA y MOVIMIENTOS SOCIALES, Editorial Memoria Angosta, Lima, 1989, pp. 54-55.

[30] MURRA, John: EN TORNO A LA ESTRUCTURA POLITICA DE LOS INCAS, en la Antología:  LOS MODOS DE PRODUCCION EN EL IMPERIO DE  LOS INCAS (Antología por Waldemar Espinoza Soriano), Ed. MANTARO, Lima, 1978, pp. 222-223.

 

[31] TOYNBEE, Arnold: ESTUDIO DE LA HISTORIA, Compendio, Alianza Editorial, tomos V-VII, Madrid, 1971, pp. 293-2941.

 

 

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